11 de enero de 2014

Me importa un pito que las mujeres...



No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme! 
 Esta fue -y no otra- la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.

     ¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué  me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? 
  ¡María Luisa era una verdadera pluma!

     Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a  la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
     ¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.       "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
    Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
    ¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
     Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

     Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando. 

Oliverio Girondo

Encontrarás un fragmento de éste texto al inicio de la película "El lado oscuro del corazón". Recomendada




Película: El lado oscuro del corazón 


  
 

7 de enero de 2014

¡APIÁDATE DE MI CORAZÓN, ALMA MÍA!

¿Por qué lloras, Alma mía? 
¿Acaso desconoces mis flaquezas? 
Tus lágrimas me asaetean con sus puntas, 
Pues no sé cuál es mi error.
¿Hasta cuándo he de gemir?
Nada tengo sino palabras humanas 
Para interpretar tus sueños,
Tus deseos, y tus dictados. 

Contémplame, Alma mía; he 
Consumido días enteros observando 
Tus enseñanzas. ¡Piensa en todo 
Lo que sufro! Siguiéndote mi
Vida se ha disipado.

Mi corazón se ha glorificado en el
Trono, pero ahora no es más que un esclavo; 
La paciencia era mi compañera, mas
Ahora se ha vuelto en mi contra; 
La juventud era mi esperanza, mas 
Ahora desaprueba mi abandono.

¿Por qué eres tan acuciante, Alma mía? 
He rehusado el placer
Y he abandonado la dicha de la vida 
En pos del camino que tú
Me has obligado a recorrer.
Sé justa conmigo, o llama a la Muerte 
Para que se desencadene,
Pues la justicia es tu virtud.

Apiádate de mi corazón, Alma mía. 
Tanto Amor has vertido sobre mí que 
Ya no puedo con mi carga. Tú y el 
Amor son un poder inseparable; la Materia 
Y yo somos una debilidad inseparable. 
¿Cesará alguna vez el combate
Entre el débil y el poderoso? 

Apiádate de mí, Alma mía. 
Me has mostrado la Fortuna 
Inalcanzable. Tú y la Fortuna moran 
En la cumbre de las montañas; la Desdicha y yo 
Estamos juntos y abandonados en lo profundo 
Del valle. ¿Se unirán alguna vez
El valle y la montaña? 

Apiádate de mí, Alma mía.
Me has mostrado la Belleza y luego
La has ocultado. Tú y la Belleza moran 
En la luz, la ignorancia y yo
Somos uno en la oscuridad. ¿Invadirá 
La luz alguna vez las tinieblas?

Tu deleite llega con el Fin,
Y ahora te revelas anticipadamente; 
Mas este cuerpo sufre por la vida 
Mientras vive.
Esto es, Alma mía, el desconcierto. 

Presurosa huyes hacia la Eternidad, 
Mas este cuerpo fluye lento hacia 
El Fin. Tú no lo esperas,
Y él no puede apresurarse. 
Esto es, Alma mía, la tristeza.

Te elevas raudamente, por el mandato
De los cielos, mas este cuerpo se desploma 
Por la ley de gravedad. No lo consuelas
Y él no te quiere.
Esto es, Alma mía, la desdicha. 

Eres rica en sabiduría, mas este 
Cuerpo es pobre en comprensión. 
Tú no te arriesgas
Y él no puede obedecer.
Esto es, Alma mía, el límite de la desesperación. 

En el silencio de la noche visitas
Al enamorado y gozas con la dulzura
De su presencia. Este cuerpo será por siempre
La amarga víctima de la esperanza y la separación. 
Esto es, Alma mía, la tortura despiadada. 
¡Apiádate de mí, Alma mía!

Khalil Gibran