Hoy en horas de la tarde cuando
leía los comentarios de mis amigos a través de las redes sociales y mientras
pienso en algunas ideas y proyectos, escucho las voces y las risas de mis
vecinitos de cuadra. No sé a qué jugaban o si no jugaban y sólo hablaban... de veras no sé. De
repente siento un par de tiros, disparos de arma de fuego… ¡¡plomo!! Me asusto
toda, aunque no entiendo por qué si este sonido en mi barrio suele ser tan
normal como el pasar de las motos y los carros por la calle, la música del
vecino y el ladrar de los perros. Me levanto de la silla y me asomo por la
ventana percatándome de que no sea en la cuadra exactamente el tronar de algún
gatillo. Analizo plenamente la situación. Los adultos todos asomados por las
ventanas y en las puertas de sus casas, algunos padres de familia llamando a
gritos a sus niños con el temor de que haya más disparos, mientras ellos se
resguardan en cualquier casa con puertas abiertas.
Me he quedado pensando,
recordando mis viejas épocas de niñez -bueno, a decir verdad no hace tanto
tiempo… soy una niña aún jejeje ;)- y
sólo me queda por decir “qué linda fue mi niñez”. Seguro no fue tan bonita como
la de mi mamá, quien me relata sus anécdotas de cuando vivía en la casa de sus
abuelos disfrutando de la deliciosa y fría brisa en aquel pueblito del Cauca (a
15 minutos de Popayán) que rodeado de montañas y árboles, lucía bella… libre de
esa contaminación absurda en la que vivimos hoy. Un hermoso paisaje cubierto de
neblina en las mañanas y con el agitar de las copas de los arboles en las
tardes, bajo ese enorme manto azul llamado "cielo".
Ella me habla de los muchos
juegos que compartía con sus primos y tías: jugaban con yoyo, canicas, trompo,
pelota y pirinola; corrían de un lado para el otro jugando al escondite, la lleva, el cojín (algo muy parecido a lo
que conocemos como “congelado”), el ponchao, paticos al agua, la rayuela, la gallina ciega, el lobo, el gato y el ratón, el
tin-tin corre-corre; al sonar de las rondas infantiles como ¿Dónde está la margarita?, Agua de Limón, El Puente Está Quebrado... "uuu épocas aquellas" dice ella como añorando cada momento vivido.
Los niños de su época utilizaban gran parte de su tiempo
buscando diversas maneras para jugar y la creatividad hacía parte de su gran
travesía. Hacer sus propios juguetes era algo divertido: hacía zancos con latas o tarros de leche, elaboraba los muebles para sus muñecas y jugaba a los "carritos" armándolos ella misma con las
piezas de madera sobrante que le quedaban a su abuelo en el taller de
carpintería. También aprovechaban para pasear por las lomas tirándose desde los
pastizales en cajas de cartón, gozaban de los burros o lo que conocemos como el
“sube y baja”, trepaban en columpio de
vuelo (era lo que más se gozaba mi mamá). Ufff!! Cuántas cosas y muchas más
quedan por nombrar.
Yo si mucho disfruté algunas de
ellas, la gran mayoría en la escuela. Seguramente no en la misma medida ni con
la misma intensidad como mi mamá, pues yo en su lugar tenia TV y me la pasaba
viendo muñequitos como: Los Picapiedra, Los Supersónicos, Tom y Jerry, El
Correcaminos, Las Aventuras de Tom Sawyer, Los Motorratones, El Capitán
Planeta, Candy Candy y hasta la fastidiosa de Heidy y su abuelito. Recuerdo
también a Sailor Moon, Los Caballeros del Zodiaco y Los Super Campeones -¡Ohh!
Qué amor tan platónico el mío con Oliver Atom-. En este repertorio no podía
faltar los Cuentos de los Hermanos Grimm que aún suelo ver los sábados en la
mañana –sólo cuando me levanto temprano-. ¡Ahhh! Pero qué dijeron… yo no era sólo
muñequitos. También vi Los Dummies y Oki Doki, me enamoré de Pablo Rey en “De
Pies a Cabeza”, y canté y bailé al ritmo del Show de Xuxa, Xiomy y Nubeluz.
En mi generación se disfrutaba de
la sacada de cicla y patines para salir corriendo por toda la cuadra. Pa´l que
no tenía estos juguetes nos tocaba pedirlos prestados. El 24 -25 de diciembre
no podía faltar el niño al que le regalaban la súper cicla, la grande, esa en
donde salíamos todos detrás de él esperando turno para montar. O la niña que cambiaba sus viejos patines de ruedas con aquel imponente
freno delantero (que parecía más bien un unicornio) y en su lugar recibía unos
patines en línea cuando en su momento fue el gran furor.
También nos gozamos mucho el
jugar con la pelota… (¡Ohh! infaltable pelota de caucho que nos causabas
problemas con los vecinos, que por cuanto vidrio tocaba, un vecino salía a pegar
el grito. ¡Ahh!… y qué regaño o pela fija se obtenía después de roto el vidrio.) Qué tan chistoso era cuando salíamos corriendo y nos escondíamos todos antes de
que cayera el último trozo de vidrio de esas tristes ventanas. Calle solitaria
y vacía… un desierto total después del gran estallido. Y qué terrorífico era
ver al vecino desfilar por la calle directico a la casa de los “presuntos
implicados”. ¡Cuántas pelas por Dios! –menos mal mis pelas no fueron muchas ni
tan fuertes como las de algunos amiguitos-. Me gané unos cuantos sustos cuando
se me iba la pelota a los techos de las casas, porque si la pelota era mía me
la tenía que ver con mi mamá y si no… con la vecina.
Recuerdo mucho el juego de “el
ponchao”, los pringonazos en las piernas y brazos con aquellos que tenían muy
buen tiro. No se me olvida “el reventado”, esas dos filas de muchachitos
agarrados de los brazos y entre si lo más fuerte que se pudiera, a fin de no dejarse reventar
por los oponentes. Debo confesar, yo no era muy buena reventando y siempre me
quedaba en la fila del equipo contrario. Jugué rayuela y de eso recuerdo mucho como rayábamos las calles a
punta de tizas y pedazos de teja rota. No recuerdo haber jugado ni Bobi ni
Yermis (o Yeimy)… pero siempre los he escuchado.
Yo como mi mami jugué a las
escondidas, pero en mi época ya tenía un toque más innovador. ¿Quién sabe, se
acuerda y jugó el famoso e internacionalísimo “Escondite Americano”? Yo no… ¡nunca!,
sólo me contaban (-_o). Me reía mucho y me gozaba más el jugar “Tin-tin corre-corre”.
Salir corriendo e ir tocando puertas a lo loco, escondernos lo más pronto
posible y antes de que saliera el vecino. Pobres vecinos y pobre de mí que no lograba
contener mis risas y carcajadas. "Paticos al agua" también me hacía reir mucho.
Yo no supe mucho de juegos de
video, a veces me iba donde el vecino a jugar “Circus”, “Contra”, “Súper Mario”…
así como peleas, fútbol y carritos. Nunca me faltó un Tetrix, eso si, ¡ni
quejarme! Los había de todos los colores y sonidos. Unos grandotes grandotes y
otros chiquitos, los últimos conocidos en forma de celular. Unos con una inmensa cantidad de
juegos, de esos que creías nunca ibas a terminar ni te ibas a cansar de jugar, ¡jum! ¿Recuerdas esos Tetrix que decían 9999 juegos en uno? ¡Ahh si! esos que si
mucho eran 6 pero se repetían muchas veces dentro de esa cajita de circuitos.
Antes de un aparatejo de estos, lo más parecido que yo tenía era esos
aparaticos plásticos llenos de agua donde tenías que ensartar una cantidad de
aritos pequeños en dos palitos ubicados de manera vertical, aritos impulsados
por una bombita la cual uno apachurraba en un botón del dichoso “checherito”.
Que no se me quede por fuera los
benditos, agraciados y siempre recordados juegos de mesa: parqués, ajedréz,
damas chinas, dominó, escalera, rompecabezas. El parqués siempre lo odié porque
me la pasaba más en la cárcel que activa en el juego, me cazaban a cada rato y
me "enchichaba" cuando me soplaban. El ajedréz nunca lo entendí, hasta ahora
vieja que sé donde y como se mueve cada ficha, pero no me gusta. Las damas
chinas, excelente juego para uno que ni es muy listo pero que tampoco es muy
tonto. El dominó, lo "domino", lo tolero y lo paso pero me gustaba más hacer
torrecitas con sus fichas. La escalera… ¡ahh que chévere era llevar la
delantera!, caer en escalerita para trepar y trepar y como uno apretaba cola pa’ que no cayera el
numero que te mandaba casi literalmente por "dentro de un tubo" hacia el inicio del
juego. Los rompecabezas, el genio de los juegos de mesa, los que más me gustan
y los que más admiro. Qué cosita era armar un pueblito lleno de muñequitos,
cabecitas y casitas, o tratar de cuadrar una fotografía en donde sólo se veía
el color verde del matorral que estabas armando. Que bonito era todo eso.
¡Qué niñez!… y creo que dejo en
el tintero un montón de juegos e historias divertidas que viví a esa edad.
Cuántos raspones, chichones y regaños me gané. Cuántas muñecas, cocinitas, ollitas,
platicos y estufas plásticas tuve. Mi niñez es un pedacito de esto que les
cuento. Mi memoria a través de los años se convierte sólo en un velo que
ensombrece esos momentos, pero nunca, espero yo… olvidados.
Ahora pensando nuevamente en mis
vecinitos, pienso en ellos y me dá tristeza. Porque tienen televisor pero la
programación en la TV es pésima. Pareciese que a los chiquitines les creyeran "idiotas" y a los más grandecitos les enseñan a ser más traviesos e
irresponsables con programas sosos y sin contenido. Pero además de eso, tienen
juegos de video: Nintendo, Xbox, Wii, PlayStation… o computadoras (bueno, los que pueden y que sé son pocos), que absorben
y queman sus delicadas neuronas haciendo de estos niños seres inútiles. Ya no
disfrutan la libertad al correr (por culpa de la inseguridad de mi ciudad) ni la creatividad al inventar sus propios
juguetes pues ya no hay estimulación en estos pequeñines.
Ummmm... al recordar viejos tiempos me dieron ganas de volver a ser niña…